No todos los documentales son iguales. Algunos informan, otros denuncian, otros simplemente registran. Pero existe un tipo particular de documental que va más allá del dato, más allá del testimonio y de la denuncia urgente: el documental de autor.
¿Qué lo distingue?
A diferencia del enfoque periodístico clásico o del documental televisivo, el documental de autor lleva la mirada personal del realizador como parte central de la obra. No se trata solo de contar una historia, sino de cómo se cuenta, desde qué ángulo, con qué sensibilidad, con qué ética y con qué lenguaje visual. La cámara no es neutra: es una extensión del ojo y del corazón de quien filma.
Este tipo de documental no busca ser objetivo —porque la objetividad absoluta no existe— sino honesto. Se construye desde una posición clara frente al mundo, una forma particular de ver lo humano. Puede ser íntimo, poético, incómodo o radical. Puede mezclar observación con intervención, o realidad con elementos oníricos o simbólicos. Lo importante es que hay una voz narrativa presente, aunque muchas veces esa voz no sea hablada, sino visual o estructural.
En Saltamontes, apostamos justamente por este tipo de documentales. Porque creemos que, cuando una persona se involucra con respeto y profundidad en una historia, lo que emerge no es solo un registro: es una experiencia compartida. Y en esa experiencia, las audiencias pueden reconocerse, cuestionarse, emocionar y transformarse.
El documental de autor no busca complacer, sino conectar. Y en esa conexión, a veces silenciosa, a veces punzante, se revela una verdad más compleja: la de un mundo visto desde adentro, con alma.